domingo, 11 de diciembre de 2011

LA PROMISCUIDAD

    LA PROMISCUIDAD.
Hoy día es difícil controlar las relaciones sexuales de nuestros jóvenes. Las jóvenes parejas mantienen estas relaciones sin necesidad de estar casados, y sin necesidad de cumplir la edad que antes era norma.
Atrás quedaron aquellos años en los que la mujer era cortejada por un novio, que debía pedir permiso a los padres para salir con ella, muchas veces acompañados de una persona mayor… Hoy día las relaciones sexuales se dan entre parejas tan jóvenes que podríamos hablar de promiscuidad.
Los jóvenes prefieren ignorar las graves consecuencias que el sexo puede causarles, tales como enfermedades transmitidas, embarazos indeseados, o simplemente sentirse utilizadas. Aún así lo que más les importa son las relaciones sexuales, que para ellos son experiencias que viven libremente, sin compromiso alguno. Esta forma de vivirlo puede acarrear inseguridad, sobretodo en la joven mujer que en su afán de sentirse amada se entrega más y más al juego del sexo, muchas veces sin antes llegar a la adultez.
Promiscuidad Muchas jóvenes se sienten mal después de los encuentros sexuales, sintiéndose utilizadas, comiéndose la cabeza por haberse dejado convencer en entregar algo tan preciado a cambio de nada.
Ese sentimiento de culpa muchas veces las persigue a lo largo de la vida, haciéndoles preguntarse porqué se entregaron tan fácilmente a alguien que no era para toda la vida, preguntándose porqué no fueron capaces de esperar a entregarse a la persona correcta,  a la que sería el padre de sus hijos.
Si tratásemos de ser honestas con nosotras mismas, tal vez nos evitaríamos marcas y arrepentimientos de por vida. Indiferentemente de que las relaciones sexuales nazcan como diversión, sean producto de una entrega sincera (pero inocente), o por las mentiras y promesas incumplidas de esa persona que ni siquiera llega a ser la pareja, esas relaciones quedan grabadas en la mente, para siempre.
Recientemente una joven de 19 años comentó que de los 13 años hasta los 18 tuvo múltiples encuentros sexuales, pensando sinceramente que cada vez que se estaba entregando a la persona correcta, a quien sería “el definitivo”.
— “Me siento sucia y avergonzada” decía, “especialmente cuando me ven caminando por la calle de la mano de quien es mi verdadero y limpio amor. Hay veces que el arrepentimiento me vence y quisiera regresar el tiempo para no ser tan promiscua como lo fui”.
La promiscuidad o tener una pareja sexual después de otra, mina el autorespeto.
Las relaciones sexuales sin pensar en las consecuencias deja heridas que al principio no las sienten, pero que más tarde sólo son reproches por no haber sabido esperar.
Las mujeres no somos objetos sexuales para ser explotadas para simplemente sentir placer.
Si no pones en práctica el autocontrol, y por el contrario comienzas desde una temprana edad a experimentar el sexo, terminarás haciéndote adicta.
Madres, enseñemos a nuestras hijas la importancia de saber esperar para comprender la nobleza de la entrega por amor. Enseñemos a nuestros hijos que la mujer es mucho más valiosa que un encuentro furtivo de sexo, y enseñémosles a las nuevas generaciones el respeto mutuo, el respeto de sus cuerpos.
Mujeres, recordemos que nosotras entregamos cuerpo y alma, pero no olvidemos también que el hombre muchas veces toma el cuerpo y se le olvida el alma. Respetemos nuestro cuerpo con celo y dedicación, para que no lo tomen como algo que ahora está y al rato no te recuerdo.
¿Qué opinas de la promiscuidad?
¿Nos das tu opinión?
Con el mismo cariño de siempre:
Amanecer cautiva del amor.

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